Madrid 03.02.2016.- Ayer, 2 de febrero, la tercera edición del Concierto de Tres Culturas tuvo lugar en el Centro Cultural Eduardo Úrculo. Organizado por Casa Turca y Arco Forum el concierto se inscribía en la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional. Este concierto quería promover valores como la tolerancia, el diálogo y el mutuo respeto entre culturas y confesiones.

Este evento, fue posible gracias a la colaboración de Temirkhon Temirzoda, el Presidente de Arco Fórum, de la Junta Municipal del Distrito de Tetuán, al Centro Sefarad-Israel, la Parroquia de San Germán de Constantinopla, la Basílica Virgen Milagrosa, comunidad Masortir Bet El Madrid y la revista de pensamiento científico y espiritual Cascada.

Los estilos musicales cristiano, musulmán y judío fueron los principales protagonistas de una tarde en la que la asistencia fue especialmente alta, que contó con la representación diplomática por parte de diferentes países.

A lo largo del evento, se fueron sucediendo grupos que representaron  tres religiones monoteístas. En primer lugar, Andrea Szamek, violinista y Scott Abraham Singer, acordeonista inauguraron esta edición especial. El dúo representó la música judía, interpretó música de estilo serafi y klezmer, género musical étnico originado en la tradición askenazí de Europa del Este; interpretado por los klezmorim. El público se quedó tan encantado por la actuación que pidió más temas.

En segundo lugar, tocó al Coro de Cámara La Trova con su música cristiana. Los artistas utilizaron la voz como instrumento principal, considerándola como el instrumento más antiguo. El coro empezó con dos cantos quechuas (lengua originaria de América Latina central) y siguió con canciones en latín del siglo XVI, para terminar con un góspel que emocionó al teatro entero.

El concierto finalizó con el neyzen Hamza Castro acompañado por el percusionista, Kamal al-Nawawi en representación de la música musulmana. Esta última actuación, fue acompañada por el grupo de danza, Derviches Giróvagos que fascinó el público con los movimientos suaves de esta danza giratoria y con el sonido dulce del ney, flauta de caña típica del Medio Oriente.

Fue una experiencia significativa tanto para el público que pudo disfrutar de ella como para los organizadores que estuvieron detrás de este proyecto.